La humanidad significa consideración por la existencia y por la felicidad de cada uno de los seres humanos. A, Schweitzer

Humanity means consideration for the existence and the happiness of each human being.


miércoles, 28 de marzo de 2012

MaRía de MAgdALA, sabia intuición Artemisia Gentileschi - Come On Brothers, say something




anónimo
escuela alemana



giotto



piero
della
francesca

alberto durero


el evangelio según jesucristo josé saramago

...a diferencia de esta mujer que aquí vemos en un plano próximo, de cabello suelto sobre la espalda curva y doblada, pero tocada con la gloria suprema de una aureola, en su caso recortada como si fuera un bordado doméstico.

Sin duda la mujer arrodillada se llama María, pues de antemano sabíamos que todas

cuantas aquí vinieron a juntarse llevan ese nombre, aunque una de ellas, por ser además

Magdalena, se distingue onomásticamente de las otras, aunque cualquier observador, por

poco conocedor que sea de los hechos elementales de la vida, jurará, a primera vista, que la

mencionada Magdalena es precisamente ésa, pues sólo una persona como ella, de disoluto

pasado, se habría atrevido a presentarse en esta hora trágica con un escote tan abierto, y un

corpiño tan ajustado que hace subir y realzar la redondez de los senos, razón por la que,

inevitablemente, en este momento atrae y retiene las miradas ávidas de los hombres que

pasan, con gran daño de las almas, así arrastradas a la perdición por el infame cuerpo. Es,

con todo, de compungida tristeza su expresión, y el abandono del cuerpo no expresa sino el

dolor de un alma, ciertamente oculta en carnes tentadoras, pero que es nuestro deber tener

en cuenta, hablamos del alma, claro, que esta mujer podría estar enteramente desnuda, si en

tal disposición hubieran decidido representarla, y aun así deberíamos mostrarle respeto y

homenaje. María Magdalena, si ella es, ampara, y parece que va a besar, con un gesto de

compasión intraducible en palabras, la mano de otra mujer, ésta sí, caída en tierra, como

desamparada de fuerzas o herida de muerte. Su nombre es también María, segunda en el

orden de presentación, pero, sin duda, primerísima en importancia, si algo significa el lugar

central que ocupa en la región inferior de la composición.

Fuera del rostro lacrimoso y de las manos desfallecidas, nada se alcanza a ver de su cuerpo,

cubierto por los pliegues múltiples del manto y de la túnica, ceñida a la cintura por un

cordón cuya aspereza se adivina. Es de más edad que la otra María, y es ésta una buena

razón, probablemente, aunque no la única, para que su aureola tenga un dibujo más

complejo, así, al menos, se hallaría autorizado a pensar quien no disponiendo de

informaciones precisas acerca de las precedencias, patentes y jerarquías en vigor en este

mundo, se viera obligado a formular una opinión. No obstante, y teniendo en cuenta el

grado de divulgación, operada por artes mayores y menores, de estas iconografías, sólo un

habitante de otro planeta, suponiendo que en él no se hubiera repetido alguna vez, o

incluso estrenado, este drama, sólo ese ser, en verdad inimaginable, ignoraría que la

afligida mujer es la viuda de un carpintero llamado José y madre de numerosos hijos e

hijas, aunque sólo uno de ellos, por imperativos del destino o de quien lo gobierna, haya

llegado a prosperar, en vida de manera mediocre, rotundamente después de la muerte.

Reclinada sobre su lado izquierdo, María, madre de Jesús, ese mismo a quien acabamos de

aludir, apoya el antebrazo en el muslo de otra mujer, también arrodillada, también María

de nombre, y en definitiva, pese a que no podamos ver ni imaginar su escote, tal vez la

verdadera Magdalena. Al igual que la primera de esta trinidad de mujeres, muestra la larga

cabellera suelta, caída por la espalda, pero estos cabellos tienen todo el aire de ser rubios,

si no fue pura casualidad la diferencia de trazo, más leve en este caso y dejando espacios

vacíos entre los mechones, cosa que, obviamente, sirvió al grabador para aclarar el tono

general de la cabellera representada.



No pretendemos afirmar, con tales razones, que María Magdalena hubiese sido, de hecho,

rubia, sólo estamos conformándonos a la corriente de opinión mayoritaria que insiste en

ver en las rubias, tanto en las de natura como en las de tinte, los más eficaces instrumentos

de pecado y perdición. Habiendo sido María Magdalena, como es de todos sabido, tan

pecadora mujer, perdida como las que más lo fueron, tendría también que ser rubia para no

desmentir las convicciones, para bien y para mal adquiridas, de la mitad del género

humano. No es, sin embargo, porque parezca esta tercera María, en comparación con la

otra, más clara de tez y tono de cabello, por lo que insinuamos y proponemos, contra las

aplastantes evidencias de un escote profundo y de un pecho que se exhibe, que ésta sea la

Magdalena. Otra prueba, ésta fortísima, robustece y afirma la identificación, es que la

dicha mujer, aunque un poco amparando, con distraída mano, a la extenuada madre de

Jesús, levanta, sí, hacia lo alto la mirada, y esa mirada, que es de auténtico y arrebatado

amor, asciende con tal fuerza que parece llevar consigo al cuerpo todo, todo su ser carnal,

como una radiante aureola capaz de hacer palidecer el halo que ya rodea su cabeza y

reduce pensamientos y emociones. Sólo una mujer que hubiese amado tanto como

imaginamos que María Magdalena amó, podría mirar de esa manera, con lo que, en

definitiva, queda probado que es ésta, sólo ésta y ninguna otra, excluida pues la que a su

lado se encuentra, María cuarta, de pie, medio alzadas las manos, en piadosa demostración,

pero de mirada vaga, haciendo compañía, en este lado del grabado, a un hombre joven,

poco más que adolescente, que de modo amanerado flexiona la pierna izquierda, así, por la

rodilla, mientras su mano derecha, abierta, muestra en una actitud afectada y teatral al

grupo de mujeres a quienes correspondió representar, en el suelo, la acción dramática.




segna di buonaventura



escuela flamenca

sandys



cranach el viejo



francesco ubertini



medoro angelino


ribera


piero di cosimo





van der weyden




sandro botticelli


arnold bröcklin


van der weyden


botticelli





leonardo da vinci


bellini


pietro perugino


bellini


barocci




artemisia getileschi artemisia




julio romero de torres


daumier


tintoretto


el greco


jan lievens


george de la tour


seghers

caravaggio

No hay comentarios:

Publicar un comentario