La humanidad significa consideración por la existencia y por la felicidad de cada uno de los seres humanos. A, Schweitzer

Humanity means consideration for the existence and the happiness of each human being.


lunes, 26 de febrero de 2018

infundir la paz - ahuyentar el mal



Fotografía tomada de Web Agromática


Febrero dos mil dieciocho: hoy desayunamos Ghouta,
la tierra herida de Damasco.
¡Y estos niños que rompen en pedazos!
Esa fracción fotográfica expuesta a la mendacidad
Rostros estupefactos con esos ojos, pozos de negrura, 
de bocas ausentes y labios de piedra.

Bajo las armas del miedo
la madre de las  marrullerías
opera con su apestosa rama de olivo.

Bastará una fracción de olvido
para que la memoria quede alterada,
liberada de espanto
y en las redes, anuncien cheap holidays
para recorrer caravasares, madrassas 
y algún placentero hammam en  Alepo.














Khalil Ashawi / Reuters


 H. Al-Ajweh / afp 

Paisaje

El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.

Federico García Lorca




Byung Chul Han: "el infierno de lo igual"


LA AGONÍA DEL EROS



domingo, 11 de febrero de 2018

Mar de delfines, olas de poeta...



JOSEFINA DE LA TORRE
-Generación del 27-


Llevabas

en los pies arena blanca

de una playa desconocida.



Por eso

cuando a mí llegaste

no sentí tus pisadas.

Llevabas

en la voz desnuda

un compás de espera.

Por eso

cuando me hablaste

no pude medir tu voz.

Llevabas

en las manos abiertas

espuma blanca de aquel mar.

Por eso

de tu bienvenida

no pude conservar la huella.

Todo tú

venías en mi busca

y no pude reconocerte.

¡Arena blanca, compás de espera, espuma blanca!

¡Inquieto sueño de la verde orilla,


rizado de preguntas…!



Quisiera...

Quisiera tener sujeta  
la naranja de la tarde  
así entre las manos, fresca,  
sin la piel rubia y brillante,  
tirabuzón de la luna  
peinado por mi cuchillo.  
Qué sabor a fruta nueva  
ha de tener en los bordes  
el mar, la arena y el aire.  
¡Qué deseo de partir  
en dos mitades la tarde!  
Cuando la noche se asome  
a su ventanal de cobre  
se tragará la naranja.  
¡Ay, niña desconsolada!




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Lêdo Ivo


CAVALO MORTO
En Cavalo Morto, las muchachas acostumbran a salir de paseo con los soldados. Y luego a quererse.

Sucede entonces algo inverosímil: después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco, el nombre de los enamorados: José Antônio, Manuel, Joâo.

Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna. Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.

En agosto, enero, igual septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la arena del camino algo como un rastro de espuma o velo. Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!

De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con los soldados de Cavalo Morto.



MI PATRIA
Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua es patria.
Mi patria es la tierra blanda y pegadiza en la que nací
y el viento que sopla siempre en Maceió.
Son los cangrejos que corren por el fango de los manglares
y el océano cuyas olas siguen mojando mis pies mientras sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados del techo de las iglesias carcomidas,
los locos que al atardecer bailan en el hospicio junto al mar
y el cielo encurvado por las constelaciones.
Mi patria es el silbido de los navíos
y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros oxidados
y los cementerios marinos donde mis ancestros tuberculosos y palúdicos
no cesan de toser y temblar en las noches frías
y el olor a azúcar de los almacenes del puerto
y las lisas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebollas enrolladas en la tiniebla
y la lluvia que cae sobre las trampas para peces.
La lengua de la que me sirvo no fue ni será nunca mi patria.
Ninguna engañosa lengua puedes ser una patria.
La lengua sirve apenas para que celebre mi grande y pobre patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.

Y otros poemas en:
http://www.poesia.uc.edu.ve/blog/ledo-ivo/


CAVALO MORTO de Juan Carlos Mestre 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.

Un poema de Lêdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.

Lêdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.

Un poema de Lêdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.

Lêdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lêdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.

En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lêdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lêdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lêdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.



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Wislawa Szymborska

 Hay quienes

Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente.
Tienen orden en su interior y a su alrededor.
Para todo la manera y la respuesta adecuada.

Adivinan inmediatamente quién a quién, quién con quién,
con qué objetivo, por dónde.

Ponen el sello en las verdades absolutas,
arrojan a la trituradora los hechos innecesarios,
y a las personas desconocidas
a las carpetas destinadas a ellas de antemano.

Piensan justo lo debido
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.

Y cuando los dan de baja de la existencia,
dejan su puesto
por la puerta señalada.

A veces los envidio
-afortunadamente se me pasa.




La mujer de Lot

Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa
de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera,
él no se detendría
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo, arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.

Que haya caído mirando hacia la ciudad.





Alabanza a los sueños

En mis sueños

pinto como Vermeer van Delft.


Hablo fluidamente griego

y no sólo con los vivos.


Conduzco un auto

que me obedece.


Tengo talento,

escribo poemas largos, grandiosos.


Escucho voces

no menos que los grandes santos.


Se sorprenderían

de mi virtuosismo en el piano.


Floto en el aire como se debe,

es decir, por mí misma.


Si caigo del techo

puedo aterrizar suavemente en el verde césped.


No me es difícil

respirar bajo el agua.


No me puedo quejar :

he logrado descubrir la Atlántida.


Me complace que justo antes de morir

siempre me las arreglo para despertar.


Inmediatamente tras el estallido de la guerra

me vuelvo a mi lado favorito.


Soy, mas no necesito ser,

hija de mi tiempo.


Hace unos pocos años

vi dos soles.


Y antes de ayer un pingüino,

con toda claridad.
(1972)






Puede ser sin título


Ocurre que estoy sentada bajo un árbol,

a la orilla del río,

en una mañana soleada.

Es un suceso banal

que no pasará a la historia.

No son batallas ni pactos

cuyas causas se investigan,

ni ningún tiranicidio digno de ser recordado.


Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.

Y puesto que estoy aquí,

tengo que haber venido de algún lado

y antes

haber estado en muchos otros sitios,

exactamente igual que los descubridores

antes de subir a cubierta.


El instante más fugaz también tiene su pasado,

su viernes antes del sábado,

su mayo antes de junio.

Y son tan reales sus horizontes

como los de los prismáticos de los estrategas.


El árbol es un álamo que hace mucho echó raíces.

El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.

No fue ayer cuando el sendero

se formó entre los arbustos.

El viento, para disipar las nubes

antes tuvo que traerlas.


Y aunque no sucede nada en los alrededores,

el mundo no es más pobre en sus detalles,

ni está peor justificado ni menos definido

que en la época de las grandes migraciones.


No sólo a las conjuras acompaña el silencio.

Ni sólo a los monarcas un séquito de causas.

Y pueden ser redondos no sólo los aniversarios,

sino también las piedras solemnes de la orilla.


Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.

Tejido de hormigas en la hierba.

Hierba cosida a la tierra.

Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.


Por alguna causa yo estoy aquí y miro.

Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire

con unas alas que son solamente suyas,

y una sombra sobrevuela mis manos,

no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.


Ante una visión así, siempre me abandona la certeza

de que lo importante

es más importante que lo insignificante.


- De "Fin y principio" 1993. Versión de Gerardo Posada







sábado, 10 de febrero de 2018

Hacia la danza de las grullas...






La DANZA del AMOR

Caminantes del cielo,
al son
del corazón único:
COOPERACIÓN